domingo, 31 de octubre de 2021
domingo, 12 de septiembre de 2021
de lo social
“En
sus formas avanzadas, humorísticas, la publicidad no dice nada, se ríe de sí
misma: la verdadera publicidad se burla de la publicidad, del sentido como del
sinsentido, evacua la dimensión de verdad, y esa es su fuerza. La publicidad ha
renunciado, no sin lucidez, a la pedagogía, a la solemnidad del sentido;
cuantos más discursos, menos atención: con el código humorístico, la realidad
del producto es tanto mejor resaltada por cuanto aparece sobre un fondo de
inverosimilitud y de irrealidad espectaculares.”[1]
Vivimos un tiempo de mínimos esfuerzos
y máximas expectativas donde el individuo, desfigurado y convertido en masa, se
afana en cumplir los preceptos salvadores del consumo, debidamente expuestos
mediante la publicidad. Habituados al mensaje directo del gag, parece que resulta a la mayoría cada vez menos estimulante el
hecho de profundizar en la trastienda de lo formal, la apariencia se convierte
en verdad de innecesaria refutabilidad, mutando en realidad única de orden
global. El arte, desplazado a un rincón de la escena mediática, ha perdido en
sí mismo cuota de influencia sobre el espectador, bien por estar concebido como
objeto estético de orden mercantil, desprovisto de discurso, o por contener
conceptualizaciones que requieren de una participación reflexiva. Sin embargo,
conforme apunta Lipovetsky, la publicidad ha abandonado cualquier pretensión
más allá de lo esencial, grabar a fuego en la memoria del consumidor el nombre
de la marca, proliferando con ello la simpleza de planteamientos y el
empobrecimiento referencial de la colectividad.
Cayetano Ferrández en sus trabajos, realizados
en vídeo y soporte fotográfico, se
apropia en cierta medida de los modos de comunicación visual de la publicidad,
da vida a escenas procedentes de la más absoluta artificialidad para, mediante
muñecos elevados al estatus de modelos interpretativos, desarrollar microrrelatos
con personajes que narran un trasfondo de angustias con las que la publicidad
nunca salpicará nuestras retinas. La propia elección repetitiva del personaje,
por parte del artista, nos da señas ya de una voluntad incisiva de
cuestionamiento acerca del doble papel de la individualidad, que desarticula al
grupo mientras lo homogeniza en los estándares de una nueva cultura
infantilizada pero concebida para el consumo adulto. En uno de sus vídeos
recoge la escena de un personaje convertido en peonza humana que, tras una
larga danza de giros al extremo de una cuerda, queda inerte. La obra de Cayetano
se compone de imágenes que encierran una gran carga simbólica invitando a
múltiples reflexiones, pudiendo evocar situaciones como la de “la masa de
ciudadanos que va quedando indefensa ante la pérdida de la protección que
significaban las pensiones, la seguridad laboral o la enseñanza pública, que no
sólo va en incremento sino que entra en unas nuevas formas de pobreza que
origina la paradójica situación de subdesarrollo en el hiperdesarrollo
industrial. Treinta y ocho millones de pobres censados en Estados Unidos
resulta un dato alarmante en el paraíso de la economía actual.”[2]
Son las contradicciones que quedan invisivilizadas en el gran panóptico que
administra y modera la imagen global de nuestra sociedad, y en las que el
artista profundiza dando forma a su personal metalenguaje.
Hay modos de expresión que, como la
poesía y el arte, encuentran actualmente una especial dificultad de
comunicación por la impermeabilidad sensitiva que se ha extendido a causa del uso
masivo de otros formatos comunicativos, más intrascendentes en cuanto a su
contenido, más eficaces en lo que respecta a sus pretensiones finalistas y
obviamente más peligrosos en lo que se refiere al vaciamiento moral con el que
son aplicados. Las fábulas de antes han sido sustituidas por nuevas y
brillantes representaciones donde lo humano queda reducido al orden indolente
de la profilaxia, abasteciendo la conciencia de rechazo respecto al diferente,
hasta establecer los cánones del miedo ante el discurrir de lo imprevisto, lo
ocasional. Tomando prestadas palabras de Josep Güell,
“Un dia, la vida
li va esclatar a les mans,
después d’això
mai més
es va treure els
guants”[3]